Dictadura y construcción de subjetividad, la vigencia del horror. Una mirada microsocial. Editorial Margen N° 76

Por Alfredo Juan Manuel Carballeda
Si la verdad está en los pequeños detalles, el horror también es posible que se encuentre allí. La Dictadura Militar construyó una forma de angustia asociada al temor que atravesó a toda la sociedad. Desde las restricciones materiales y simbólicas a la circulación de las personas, hasta la presencia real y fantasmagórica de los campos de concentración, se fueron disciplinando, modelando, la sociabilidad, el lazo social, la representación del mundo. De este modo se generó una cultura asentada en heridas, cicatrices y formas de relación que se inscribieron en el temor al otro y que aún hoy perviven en la vida cotidiana.

La racionalidad moderna, al traicionar por enésima vez a su declamación emancipadora, se transformó en una minuciosa maquinaria de control que marcó cuerpos, comportamientos y actitudes. Así se construyó un orden de la cotidianidad donde lo extraño, lo siniestro, podía ocultarse de diferentes maneras y tener infinidad de rostros. El temor construyó a un otro que se fue lentamente cosificando desde la objetivación. Esa transformación de la otredad en objeto, tal vez sea uno de los sustentos de muchas expresiones de indiferencia hacia el padecimiento, de la invisibilidad de los excluidos que año tras año el liberalismo fue sumando. Lo invisible se construye desde una minuciosa y lenta negación que, como una enfermedad, crece e invade la perspectiva de quien naturaliza la desigualdad, primero por temor, luego por costumbre. La idea de sobrevivir también crece y se adapta a diferentes circunstancias donde la idea del cuidado de uno mismo se transforma en un único sentido de estructuración de la vida social. El territorio de la confiabilidad pasa por el propio cuerpo más que por la mente, ya que ésta se constituye en una especie de serie de imágenes que deben ser aleccionadas desde la racionalidad del costo beneficio, la auto ayuda y los pasos para lograr objetivos materiales. De este modo, la solidaridad se transformó en consigna o marca publicitaria y muchas veces en mercancía. El inicio de la fragmentación social se da en pequeños y micro sociales terrenos subjetivos atravesados por el miedo, en el lazo, la sociabilidad, la ausencia o desconfianza de la mirada del otro.
Tal vez por estas cuestiones, que marcan algunos de los mandatos fundacionales del neoliberalismo, se menosprecien los logros y luchas colectivas y se siga sosteniendo la ilusión del esfuerzo individual y la aversión a las políticas de inclusión social que algunos sectores de la sociedad argentina aún sostienen. Desde el horror, desde la intensidad del miedo, se niegan derechos; a veces por desprecio, otras por ese temor que a sangre y fuego marcó el Terrorismo de Estado.
De ahí que la intervención desde lo micro social a partir de la reconstrucción del lazo social se pueda constituir como un lugar de amalgama que, desde lo pequeño, construya intensas repercusiones en lo macro social, cimentando espacios de libertad y derecho colectivo.
Marzo de 2015

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