Racismo explícito

Por Carlos A. Solero
La cuestión del maltrato de las fuerzas estatales para con los afroamericanos en Estados Unidos de Norteamérica es una cuestión de larga data. Esto impide que dejemos de indignarnos. Las imágenes que difunden las agencias informativas son el palmario testimonio de la barbarie. En ellas es posible observar a sujetos uniformados con armas de grueso calibre persiguiendo a hombres ya inermes a quienes balean por la espalda y continúan maltratando hasta colocándoles esposas cuando se hallan en el suelo malheridos.

Múltiples crónicas dan cuenta de cómo hace décadas el racismo explícito se pone obscenamente en práctica en las calles de la potencia imperial del Norte. Recordamos los hechos de Memphis, cuando los miembros del siniestro Ku Klux Klan encendían hogueras que tenían como víctimas a personas de piel negra.

Cabe también destacar luchas como las de los Black Panters, Angela Davis, Malcom X, Luther King y tantos otros durante la década del 60 en el pasado siglo XX.

Algunas novelas como Ragtime de E. Doctorow registran hechos de estigmatización y persecución contra los afrodescendientes.

Las reacciones frente a la brutalidad policial explícita no son epifenómenos que surgen por generación espontánea. Son la consecuencia de tensiones cotidianas generadas por el maltrato institucionalizado como el que sufren en múltiples países- incluidos los de Latinoamérica- quienes son excluidos del sistema del capital-mercancía y el mercado de producción y consumo. Vale recordar las matanzas de niños en Río de Janeiro, aquellos “meninhos da rua” exterminados por escuadrones de la muerte.

Respecto de la situación de los afroamericanos en EE.UU., señalamos que la mayoría de quienes se hallan en prisión tienen este origen. En efecto, la mayor parte de la población carcelaria se compone de afroamericanos y latinos.
Hay casos emblemáticos como el del periodista Mumia Abu Jamal, quien fue condenado en un vergonzante proceso judicial por denunciar en su programa radial a la policía de la ciudad de Los Angeles. Años en el “corredor de la muerte” deterioraron su salud y en el presente padece múltiples afecciones.

El racismo explícito parece ser una “política de Estado”, al menos según la concepción de personeros de los regímenes hegemónicos como el tristemente célebre John Negroponte y su lobby judicial.

La cuestión enunciada adquiere magnitud dantesca en las últimas semanas, fronteras del Imperio para adentro. Pero no es de su exclusividad y es bueno que miremos con atención nuestras ciudades y cercanías.
Alertas y conscientes de que si algo debemos hacer es no permanecer callados ni pasivos.

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