Por Alfredo Carballeda
23 de Mayo de 2006. De repente se cortó la calle. Para quien se aproximaba a la sede del Poder Judicial de La Matanza, el único dato era que no se podÃa avanzar. Tránsito interrumpido, algunas bocinas. Llega un patrullero de la PolicÃa de la Provincia de Buenos Aires. La esquina del Predio del Poder Judicial, va acumulando gente.
Serán cincuenta o sesenta personas.
Están al aire libre pero, se las ve encerradas, con la sensación de claustrofobia que generan las desigualdades sociales. Un sentimiento de opresión que se inscribe en los cuerpos.
Rostros fatigados, ojos sesgados, atravesados por la desesperanza. Se juntan en silencio, niños, jóvenes, adultos. Todos en silencio. Al fondo pueden verse y escucharse algunos bombos y redoblantes, llamando a la lucha con la casi certeza de la derrota, pero la convicción de que igual hay que hacerlo.
AsÃ, en ese tono suena esa música de fondo que junto con el silencio de la pequeña y enorme multitud genera acordes que hablan de postergaciones, prejuicios y desconfianzas. Ni siquiera hay gritos, el silencio es más sonoro que cientos de miles de gargantas gritando. Una bandera Argentina, pequeños carteles que muestran la fotografÃa de un chico de 15 años.
Alguien, de 15 años de edad fue muerto por la policÃa. Su fotografÃa se multiplica en casi todas las personas que conforman la multitud. Una imagen sonriente de joven de 15 años de edad. Una mirada en la imagen de alguien que seguramente nunca pensó que miraba para estas circunstancias.
Miradas, decenas de miradas que se dirigen a una especie de vacÃo. En la puerta del predio unos quince policÃas parapetados con sus chalecos también miran desde otro lado, quizás, con una perspectiva donde el fatalismo y la desidia impide ver el sufrimiento de los otros.
Una pequeña protesta.Una calle cortada