Un análisis desde la Intervención en Lo Social

Comentario de la película “La asistente”
Por Alfredo J. M. Carballeda
Dirección: Kitty Green
Protagonista: Julia Garner
EEUU: 2019

Los cuerpos desechados por el neoliberalismo
Jane trabaja como pasante en una productora cinematográfica. La empresa reproduce el mundo que habita (¿habitamos?) en el que la desigualdad no sólo está naturalizada sino que se presenta como necesaria para el funcionamiento de la empresa en la cual trabaja.

Pareciera que sin humillaciones y degradaciones, ese mundo -que se muestra en la película cómo único posible- no podría existir. La narrativa cinematográfica logra mostrar una forma de vida atravesada por la opresión que agobia y angustia. La oficina es gris, sin ventanas, con sombras que la ratifican en un lugar de burocracia, hastío y tristeza.
La película pareciera que transcurre de noche, aunque esa sensación de encierro ratifica de algún modo una especie de imposibilidad subjetiva de salir de allí, de atravesar de alguna manera la oscuridad, de generar otro orden, de alterarlo o mejorar cualquier circunstancia. No hay sociedad, no hay Otros, sus lazos sociales se muestran ausentes, sin existencia ni sentido. La sociedad que se exhibe en la película es una clave más del neoliberalismo; así, las relaciones entre las personas tienen sólo una función depredadora, violenta, obtusamente jerárquica, ni siquiera utilitaria.

Su única posesión es la libertad que tiene para aceptar las reglas de ese juego perverso. No se rebela y cada acto ratifica la construcción de una identidad muy cercana a la esclavitud. Sólo su cuerpo da cuenta de un malestar que cada vez que se expresa en palabras, la pone en riesgo y en conflicto con fuerzas que visibiliza sumisamente como superiores, debiendo pedir disculpas por escrito, luego de haberlo hecho o, tal vez, pensado.
La condición humana degradada minuto a minuto, la dignidad ausente, donde una pasante “naturalmente” no tiene derechos, los que quizás logre cuando comience a someter a otros. Jane es un desecho doloroso del “sí se puede”, pero pareciera que aún no lo sabe.

El territorio donde Jane se desenvuelve (las oficinas de la empresa) es conocido por ella, aunque no deja de ser hostil y lleno de trampas de todo tipo; además, transitándolo, su contacto con los demás la ratifica en su lugar de inferioridad.
Su condición femenina la minimiza aún más, en una doble función opresiva: pasante y mujer.

A su vez, su vida cotidiana se carga de nuevos símbolos que debe aprender y códigos que debe relegar. Así se olvida del cumpleaños de su padre y, cuando lo llama, éste la estimula para que siga en ese lugar de posible-imposible, promoción social.
El fantasma de Harvey Weinstein pareciera que marca el ritmo del protagonismo de lo que ocurre, pero el problema es mucho más grave; se trata de una civilización que desde el neoliberalismo más feroz encontró la forma de justificar nuevas y sofisticadas formas de esclavitud.

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